lunes, 23 de julio de 2012

NUEVA PÁGINA DE CIRCO DE LO OBSCENO

DEBIDO A PROBLEMAS CON ESTE TIPO DE PLANTILLAS, HE ENCONTRADO UNA PLATAFORMA UN POCO MÁS DINÁMICA PARA PODER PUBLICAR NOTICIAS Y LO DEMÁS. LO MÁS PROBABLE ES QUE ESTE BLOG LO ELIMINE DEBIDO A QUE PRESTARE MÁS ATENCIÓN AL NUEVO. POR ÚLTIMO BORRARE TODAS LAS ENTRADAS DE ESTE BLOG Y DEJARE EL LINK QUE ENVIARÁ A LA PÁGINA NUEVA.

>>>>>NUEVA PÁGINA DE CIRCO DE LO OBSCENO<<<<<

domingo, 10 de junio de 2012

El avión que choco la Empire State


56 años antes del ataque contra las Torres Gemelas, Nueva York se despertó con un susto similar

Cuando se habla de aviones estrellados contra rascacielos conocidos, todos tenemos en mente el trágico suceso de las torres gemelas, pero hace mas de 60 años, una apacible mañana del 28 de julio de 1945, Nueva York se despertó con un susto similar.
Durante la 2º guerra mundial, el temor a que hubiera un ataque en el edificio más emblemático de Nueva York, el Empire State, era muy grande. Pero la guerra en Europa había terminado, y Japón se rendiría poco después, pero una mañana de sábado de 1945, quien estrellaría su avión contra el edificio no era un enemigo, sino un héroe de guerra.
.
.
El condecorado teniente coronel Bill Smith, se puso a los mandos de un bombardero B-25, un avión bimotor muy usado por los aliados en Europa durante la 2 guerra mundial. Su misión era sencilla, llevar el avión desde la base de Dakota del sur hasta Nueva Jersey.
.
.
Smith pilotando el avión partió antes de las 9 a.m. y cuando llevaba una hora en el aire, recibió un mensaje desde el aeropuerto de Queens (actual aeropuerto de “la guardia”) que una densa niebla se había apoderado de Manhattan y le sugerían aterrizar antes de atravesar la isla. Smith recibió y contesto el mensaje, pero ignoro el consejo y en lugar de aterrizar antes de llegar a Nueva York, descendió de los 2000 metros reglamentarios con la esperanza de poder ver tierra firme y aterrizar, pero en lugar de eso, cuando la niebla se desvaneció, se encontró de repente con los rascacielos de Manhattan, y a la altura de la quinta avenida con la calle 42, realizo un giro fatal intentando esquivar el imponente edificio que le cerraba el paso.
.
.
Pero la escasa maniobrabilidad del bombardero, le  le llevo directo hacia el Empire State ante el asombro y los gritos de los viandantes alertados por el rugido de los motores del avión.
.

.
El B-25 se estrello a 320 km/h contra el Empire State, arrasando de inmediato las plantas 78 y 79, y el combustible que se derramo convirtió en una antorcha la fachada del edificio e inundó de fuego todos los pasillos hasta la planta 75. Uno de los motores cayo en el hueco del ascensor incendiando el sótano, el  otro atravesó 7 paredes del edificio hasta caer en la calle 33. El tren de aterrizaje y otras partes del avión dañaron numeroso edificios de los alrededores.
.
.
La gente corría despavorida pensando que la ciudad estaba siendo atacada, pues tras  Pearl Harbor, los neoyorquinos tenían ese miedo presente de sentirse objetivo principal en caso de ataque.
.

Ese día 14 personas murieron  (a pesar que en la imagen del “New York Times” ponga 13), y hubo 26 heridos graves la iglesia lo califico enseguida de milagro , ya que cientos de personas trabajaban esa mañana en el edificio, pero la curiosidad es que la planta 79 era sede de la conferencia nacional católica de ayuda a los heridos de guerra, había mas de 20 mujeres tramitando informes y solo murieron 6, el resto fueron despedidas por el impacto cayendo sobre el hueco de un montacargas y salvando la vida.
.
.
De la planta 80 a la 86 era usada como almacén y la gente de los pisos superiores pudieron comprobar, por primera vez en un rascacielos ,la eficacia de las escaleras antifuego que colocadas estratégicamente, que  permitían rodear el edificio y salvar el fuego, además del sistemas de ladrillos y hormigón de su estructura que sirvió de muro de contención (algo que por ejemplo no paso en las torres gemelas ni en rascacielos modernos, donde no se utilizan estos materiales para abaratar costes y por ser demasiado pesados).
.
.
La catástrofe pude haber sido muchísimo mayor, ya que un día normal el edificio tenia 16.000 trabajadores, pero al ser sábado solo había unos 1.500, y en la calle, una de las mas concurridas del mundo donde suelen transitar miles de peatones y vehículos, apenas hubo heridos leves a pesar de la lluvia de fuego y cascotes.
.
.
En estos casos también surgen  héroes como el caso de Herbert Fabián, que el solo consiguió sacar del edificio 20 personas desvanecidas entre los pisos 30 y 40, o Harold Smith, que subió 3 veces hasta la planta 62 para rescatar a otras tantas personas.
Otra curiosidad es el caso de Betty Lou Oliver, que se recupero de sus heridas tras caer por un hueco de ascensor de 330 metros, ostentando el record, aun hoy en día, de ser la persona que ha sobrevivido tras caer de esa altura.
.
.
.
Video que narra como vivieron los informativos Neoyorquinos el suceso

Desde ese día, el alcalde prohibió al ejercito sobrevolar la ciudad, y dos días después de sofocar el incendio, los bomberos hallaron otro cuerpo “pegado” al eje inferior del ascensor, con lo que el numero de victimas subió a 14 “oficialmente” ya que dos trabajadoras no fueron encontradas y  la única teoría es que el calor del impacto volatilizo sus restos.
Un millón de dólares de la época y 3 meses de trabajos intensivos fueron el balance material, ya que hubo que reforzar la estructura de varios pisos que resultaron dañados.
.

Este hecho, y la fobia a que un incidente posterior similar se repitiera, hizo que aparte de sus materiales originales de construcción, que ya de por si aíslan el edificio, se reforzara el sistema de riego en caso de incendio, y reestructuraran aun mejor sus puntos de evacuación, convirtiendo al Empire State en uno de los rascacielos mas seguros del mundo .

Fuentes:
http://dragonerrantespaceslive.wordpress.com/2009/09/14/el-avion-que-se-estrello-contra-el-empire-state/
http://www.encontrandodulcinea.com/articulos/2009/Julio/Hoy-en-la-Historia–Avi-n-choca-contra-el-Empire-State–dejando-14-muertos-.html
http://nonsei2gm.blogspot.com/2010/08/el-b-25-que-se-estrello-contra-el.html

sábado, 26 de mayo de 2012

Las curaciones de Frenando Asuero



La asueroterapia

Hace ahora 80 años el mundo asistió impresionado a las curas milagrosas que el reputado doctor Fernando Asuero realizaba en su consulta. Paralíticos que volvían a andar, epilépticos que sanaban y dolencias que desaparecían gracias a la asueroterapia, un singular y misterioso método descubierto por este médico. Ésta es su historia.

Nace un genio

Fernando Asuero y Sáenz de Cenzano nació en San Sebastián el 29 de mayo de 1887, justo 42 años antes de que su nombre se hiciera mundialmente célebre. Procedía de una ilustre familia de cirujanos en la que destacó especialmente su abuelo, Vicente Asuero y Cortázar, que fue catedrático de Terapéutica General, Farmacología y Arte de Recetar, y médico personal del rey consorte Francisco de Asís. Por tanto, no es de extrañar que su nieto Fernando se decantara por esta profesión formándose en la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Madrid, primero, y en las de París y Cambridge, después. Quienes lo conocieron aseguran que era un hombre sencillo, humilde, amigo de sus amigos, extrovertido, dinámico y de una extraordinaria vitalidad. “Hombre jovial, siempre de buen humor, que habla a voces, anda a saltos y ríe siempre”, decía de él el periodista José María de Barbachano. Si se mencionan sus cualidades es, en parte, porque todo indica que su revolucionario método de curación precisaba de un fuerte componente psíquico, de una extraña sintonía entre el alma del paciente y la de su doctor. Precisamente, una de las aficiones más conocidas de este personaje era leer sobre lo que en aquel tiempo se llamaban “ciencias ocultas”. En el libro Las curaciones del doctor Asuero, su autor, José Carlos Vea, asegura que a Asuero “el ocultismo y lo paranormal no le eran ajenos, ya que se interesaba por aquellas cuestiones de difícil explicación por parte de la ciencia”. Asimismo, era un apasionado de la cultura china y de sus procedimientos curativos, especialmente de la acupuntura, cuya efectividad comenzaba a ser conocida en Occidente.

Figura mediática

Tras especializarse en Otorrinolaringología en la Universidad de Cambridge (Reino Unido), el doctor Asuero regresó a San Sebastián y trabajó en varios hospitales hasta abrir su propia consulta en pleno centro de la ciudad. Rápidamente fue haciéndose conocido entre los ciudadanos debido a sus buenas artes y, sobre todo, a su excelente trato personal y a su compromiso social, que le llevaría a ejercer de concejal entre 1923 y 1925. Y así fueron transcurriendo los años, hasta que el 9 de mayo de 1929 los periódicos El Pueblo Vasco y El Sol publicaron la noticia antes mencionada. A ellos se les unió en esa misma jornada La Voz de Madrid con el titular “¿Será verdad o no? El trigémino y algunas extrañas curaciones”.
Los tres diarios mencionaban las supuestas curaciones que un tal doctor Fernando Asuero llevaba practicando en su consulta desde hacía meses. En ese momento las informaciones eran confusas, pero suficientemente llamativas para que recalaran en la ciudad los corresponsales del resto de los periódicos nacionales, ansiosos por hacerse eco de todo este asunto. “Surgió como un relámpago con su claridad vivísima y la tormenta fue creciendo en intensidad y extensión”, explica José María Barbachano al referirse a ese momento inicial. Y añade que “de la Bella Easo –San Sebastián– pasaron los acontecimientos y las referencias a la provincia, de la provincia a la nación y de la nación al mundo entero”.
Los periodistas acudieron en masa a la consulta del doctor Asuero para entrevistarle sobre su método y comprobar la veracidad de las supuestas curaciones, pero él se negó a hablar. Sin embargo, gracias a los testimonios de varios enfermos ya sanados, lograron averiguar que consistía en excitar –mediante unos estiletes acabados en forma de roseta– diversos nervios nasales, principalmente el trigémino, que está conectado a otro, el simpático.
Lo asombroso de su técnica era que de una forma tan sencilla se lograra curar enfermedades tan diversas como el asma, la epilepsia, las úlceras varicosas, la sordera, la ceguera y la parálisis, al tiempo que destacaba su efectividad sobre los procesos dolorosos. Además, para lograrlo no hacían falta muchas sesiones ni largas operaciones; bastaban unas pocas citas y, en ocasiones, solo unos minutos.
Pronto salieron a la luz casos como el de Benito Jovarri, inválido desde hacía más de 20 años que, tras acudir al doctor Asuero, salió caminando por su propio pie; el de el de Bienvenido Sanz, que padecía una fuerte parálisis bucal de la que se curó tras la intervención; o el del guardia civil Alberto Sánchez, que se recuperó de su discapacidad en la primera sesión.
Estos casos no hicieron sino aumentar la llegada de enfermos a la ciudad. Los hoteles colgaban el cartel de completo y las calles adyacentes a la clínica se colapsaban de gente a la espera de conseguir una cita. Tal fue la avalancha que la consulta debió trasladarse al cercano hotel Príncipe, en el que el doctor Asuero ocupó tres habitaciones. Asimismo, opinar, incluida la clase médica, y el propio doctor Gregorio Marañón expresó en El Sol su posición contraria al procedimiento de Asuero, mientras que el experto en Otorrinolaringología Amalio Gimeno censuraba en ABC a los médicos que no se esforzaban en investigar el asunto.
A los pocos días los periódicos ya habían adoptado una postura concreta en relación con el doctor Asuero. La mayoría de los medios optó por la crítica feroz y la burla, con titulares del tipo “Como maniobra psicoterápica puede pasar, pero como invento maravilloso linda con la caricatura” o “El caso del trigémino. Si es broma puede pasar”. El Heraldo de Madrid incluso creó una sección propia sobre el tema con el epígrafe “Un escándalo científico”.
Por supuesto, también hubo quienes lo defendieron y publicaron las declaraciones de los numerosos enfermos que afirmaban haberse curado gracias a él. “Conocemos muchas curas efectuadas por el doctor Asuero o sus imitadores; pero la relación sería interminable”, afirmaba ABC en una de sus crónicas. La alusión a los imitadores se debía a que, a raíz de la fama adquirida por la asueroterapia, centenares de médicos se volcaron inmediatamente en aplicarla –con mayor o menor fortuna– en sus consultas. Como aseguraba el doctor Jiménez Quesada en su libro De Fleming a Marañón, “no hubo lugar en toda la geografía donde no se practicara”.
Y no solo en España. Hubo seguidores de la asueroterapia en Francia, Italia, Argentina, México, Cuba y Portugal, entre otros países. Otro de los medios que también se decantó por la defensa del método de Asuero fue El Siglo Médico, en el que se afirmaba: “Fernando Asuero ha sido siempre un caballero perfectísimo(…). Se divaga, se inventa, se miente y se escupe sobre la dignidad de un médico honorable”. Porque lo más importante del debate que se generó era que las críticas hacia Asuero se circunscribían a que no era capaz de explicar científicamente cómo actuaba su sistema. “De eso del trigémino le diré que, como no obedece a principios científicos, lo juzgo inadmisible”, afirmó Santiago Ramón y Cajal.
Había curaciones, de acuerdo. Se producían insertando un estilete por la nariz y excitando ciertos nervios nasales, bien. Pero ¿sobre qué bases racionales y médicas se fundamentaban? Eso es lo que Asuero no sabía explicar y lo que se le reprochaba abiertamente.

.

.

Celebridad mundial

Y, mientras, ¿qué sucedía con el pueblo llano, el que acudía a su consulta en masa a diario? Tanto debate y tanta polémica, por un lado, más la negativa de Asuero a defenderse de las acusaciones, por otro, crearon la sensación de que el buen doctor estaba siendo increpado por sus colegas simplemente por haber acertado donde el resto había fracasado.
Sin embargo, aunque algunos lo condenaban, el galeno donostiarra comenzó a recibir el cariño de la gente con homenajes y recepciones en su honor, mientras se sucedían curaciones como las de la joven de 24 años Emilia Rodríguez Neira, tratada de una parálisis que la impedía mover el brazo y la pierna izquierdos, y la del concejal Romeo, curado tras 20 años padeciendo una afección nerviosa.
En la localidad riojana de Cihuri, en la que Asuero había vivido parte de su infancia y poseía una finca familiar, los vecinos lo homenajearon poniendo su nombre a una de las calles. Sucedió lo mismo en la también riojana ciudad de Haro a finales de 1930. Desde el otro lado del Atlántico el cantante cubano Miguel Matamoros compuso el son El paralítico. Según contó, lo hizo porque “en 1930 en Cuba no se hablaba de otra cosa más que de un médico español llamado Fernando Asuero que curaba la parálisis”.
Una de las mayores manifestaciones de cariño popular se produjo el 30 de mayo de 1929 cuando, con motivo de su cumpleaños, más de 30.000 donostiarras se agolparon en el portal de su consulta esperando verle aunque fuera solo un instante. A su buzón de correo llegaron invitaciones para impartir conferencias en las principales capitales europeas y en países como Argentina y México, en los que ya era una celebridad. Pero a mediados de 1930 el interés informativo sobre la asueroterapia y su fundador cayeron en picado.


¡Ahora hablo yo!

En vista de los acontecimientos, el doctor Asuero se decidió a dar su opinión y se defendió de las acusaciones de fraude vertidas contra él en un libreto titulado ¡Ahora hablo yo!
Lo iniciaba disculpándose por la tardanza en pronunciarse, algo que achacaba a la enorme presión a la que se había visto sometido durante los meses anteriores. Es significativo que el prólogo del libro esté firmado por el profesor francés Helan Jarwoski, creador del término “reflexoterapia”. En él, Jarwoski comentaba las posibilidades terapéuticas que presentaba la manipulación de los reflejos, la base de la asueroterapia. El doctor francés elogiaba a su colega español y aseguraba que poseía un don especial para tratar a los enfermos, algo que se había mostrado crucial en su técnica. De esta forma, agregaba a la asueroterapia un elemento personal del que ningún medio informativo había hablado hasta entonces. Tras este prólogo, Fernando Asuero se centraba en explicar su método y “la enorme sorpresa” que le habían ocasionado “los resultados obtenidos” cuando comenzó a practicarlo. El primer caso que trató con éxito fue un problema de ciática, al que le siguieron otros mucho más graves. Y citaba el de una mujer encamada desde hacía meses a la que ordenó que estirase las piernas, ya recostada en la camilla, tras practicarle la operación nasal. “Todos me miraron con ojos de asombro y la pobre enferma creyó que se trataba de una genialidad, como me manifestó muy dolida. Volví a mandárselo y, sin yo tocarla, puso ambas piernas en extensión con gran facilidad y sin ningún dolor (…). A continuación, aquella mujer de 93 kg se puso de pie y dio unos pasos”, cuenta Asuero en su libro.
“¿Qué fuerza tan formidable posee en estado potencial este organismo y se ha hecho efectiva en mi intervención?”, se preguntaba. Y por si acaso se pensaba en la sugestión como posible explicación a las curaciones, Asuero aseguraba que no tenía nada que ver, aunque defendía sus bondades en otros supuestos. Y continuaba relatando su excitación a medida que aumentaban las curaciones, que, a su vez, le aportaban datos nuevos que a él le era imposible analizar. “Me veo loco por ordenar y sacar consecuencias de hechos tan interesantes. Retraso la presentación de casos a la Academia Médico-Quirúrgica de Guipúzcoa, como era mi propósito”, argumentaba.
Fue esta incapacidad de alcanzar la luz la que le llevó a pedir opinión a sus colegas, pero tampoco ellos lograron extraer nada en claro. Algo, afirmaba, sí le resultaba evidente: “Mi método posee un factor personal difícil de definir que contribuye a la formación de un estado psíquico”, que provocaba con su método. Es decir, que el enfermo debía de encontrarse en un estado especial y propicio para que la curación se produjera. Asuero lo argumentaba diciendo que era debido a “la afluencia de una corriente de sangre, conseguida merced a diversos procedimientos y combinada con un determinado estado psíquico, lo que provoco con mi sistema”.


¿Enigma pendiente?

Pese a tan jugosas declaraciones, ¡Ahora hablo yo! no dio respuesta a la pregunta más importante: cómo se producían las curaciones. Esto hizo que el interés por la asueroterapia decayera en todos los ámbitos y países, aunque aún siguieran practicándola varios médicos. Muestra de ello fue la publicación de la revista Renovante, a través la cual el doctor donostiarra pretendía dar a conocer periódicamente todas las novedades surgidas al amparo de su método.
La revista desapareció al cumplir un año de vida, en junio de 1931. Algo después, el 22 de diciembre de 1942, lo haría el doctor Asuero debido a una angina de pecho. Tenía 55 años y su nieta María Rosa contó que la noche antes de fallecer presintió su muerte y pidió a su familia que brindara por su marcha. Con su deceso se fue la última oportunidad de averiguar qué se escondía realmente tras los increíbles episodios que se habían producido en su consulta. El problema fue que estos jamás se trataron en los foros adecuados, sino que fueron relegados a la prensa o se convirtieron en conversaciones de café en las que, inevitablemente, se distorsionaban los hechos y se mezclaba realidad con fantasía. Nadie se atrevió a solicitar una investigación exhaustiva y científica de la asueroterapia. Los conocimientos médicos de la época no ayudaron a desentrañar el misterio y Fernando Asuero tampoco estaba preparado para ello, a pesar de la minuciosidad que demostró al anotar el estado en el que entraba el enfermo en su consulta, su historial médico y los resultados obtenidos tras ser intervenido. Y aquí radica lo increíble de esta historia, en que nadie dudó de la buena fe ni de la honestidad del médico donostiarra al constatar que, efectivamente, se habían producido algunas curaciones o mejorías entre quienes habían sido sometidos a la asueroterapia. Eso sí, solo en determinadas afecciones, en determinados pacientes y por un tiempo determinado.
.

miércoles, 16 de mayo de 2012

Combustión éspontanea


Combustiones espontáneas, el fuego de la muerte.

El mundo del misterio es tan amplio, variado y sorprendente que de no ser por el frío documento que generalmente da fe de los hechos, es comprensible que en determinadas ocasiones los sucesos sean considerados argumentos más propios de una novela de ficción que de casos reales…


combustion3

5 de diciembre de 1966. Coudersport, Pennsylvania. El doctor Irving Bentley era respetado por su vecindad. Hombre de pocas palabras, rictus serio y conversación amena, gozaba del privilegio de contar con muchos y buenos amigos. Nadie hubiera deseado daño alguno para el viejo médico. Al menos nadie conocido…
La calle bullía de vida. El Sol derretía levemente los finos copos de nieve caídos durante la madrugada. Eran tiempos de bonanza económica, una circunstancia que agradecían los comerciantes de la pequeña localidad, que veían entusiasmados como sus establecimientos se llenaban de posibles compradores. No en vano la Navidad estaba cercana, y los adornos multicolores, abetos y regalos desaparecían de las tiendas a un ritmo inusual.
Don Gosnell aceleró el paso. El joven había ingresado meses atrás en la compañía de gas de la ciudad y deseaba causar una buena impresión a sus superiores. Además, si finalizaba la tarea con rapidez aún tendría tiempo para realizar alguna compra que otra.
“Maldita sea, como pesa la condenada”. La bolsa que permanecía asida a su hombro comenzaba a causarle demasiadas molestias. Dichas eventualidades se disiparon al torcer la esquina. Allí estaba la vieja y enorme casa de piedra, una construcción victoriana de finales del XIX, y a la postre su última visita del día: el hogar del doctor Bentley. Lentamente cogió el pomo de la puerta, empujándolo con fuerza. Un sonido seco recorrió el interior del inmueble, suficientemente fuerte como para que su cliente se diera por aludido. Nadie contestó. Gosnell comenzó a impacientarse. “No hay que dejarse llevar por los nervios”, pensó a la vez que el llamador de plomo golpeaba la superficie de madera. De nuevo no hubo respuesta. En un arrebato de ira, el muchacho desplazó la puerta hacia el interior, mostrando la oscuridad sombría que reinaba en el salón recibidor. “Por Dios, que peste”. Un olor nauseabundo escapó al exterior. El miedo se apoderó del muchacho. La fina capa de humo azulado que invadía el ambiente agudizó los sentidos de éste, temeroso de que se hubiera producido un escape.
Sin embargo el desagradable hedor nada tenía que ver con el gas. Tras recorrer las diferentes estancias de la casa llegó al dormitorio del doctor. “Señor Bentley, ¿está usted ahí?”. El silencio, entrecortado por el tañer de las campanas de la iglesia cercana, más parecía una advertencia de que no continuara indagando. En la habitación la neblina se espesaba más que en cualquier otro lugar. Con cautela anduvo despacio y penetró en el cuarto de baño. El suelo estaba abierto. Las tuberías habían quedado al descubierto tras ser atacadas por un agresivo incendio. Que extraño; el foco del mismo no se adivinaba por ningún lado. ¿Qué había provocado las llamas? La respuesta no tardó en llegar. En un rincón, casi imperceptible a los ojos del recién llegado, había un montón de cenizas, y junto a éstas, una pierna maltrecha del médico. Inexplicablemente sucumbió ante un fuego que únicamente se cebó con su cuerpo, dejando como fiel testimonio de la catástrofe el miembro chamuscado del anciano, una horrible visión que Gosnell jamás pudo olvidar…

combustion2

CHE, el castigo divino

Castigo divino, enfermedad desconocida o simplemente maldición, de la combustión humana espontánea únicamente se tiene la certeza de que se produce cuándo quiere, pillando desprevenidos a todos los que de un modo u otro son testigos directos del suceso. La situación es como sigue: una persona, como ustedes o como yo, repentinamente comienza a sentir que algo no funciona. En ese momento se produce la combustión del cuerpo, algo similar a una llama de origen desconocido que aparentemente nace en el interior de la víctima, acabando en cuestión de segundos con el infortunado.
¿Es selectivo el fenómeno, o tan sólo “ataca” a personas que poseen determinadas características que los hacen ser propensos a ello? A mediados del siglo XIX, dado que la medicina ortodoxa no aceptaba supersticiones de esta índole, en cierta medida atosigada por una Iglesia que desde la noche de los tiempos ha cuestionado y poco menos que satanizado este tipo de sucesos, recurrió a una explicación tan simple como estúpida: sin lugar a dudas, y si analizábamos los cuerpos acosados por el fuego maldito, es probable que el estudio forense desvelara la rotunda conclusión de que los finados, o eran alcohólicos, o fumadores empedernidos. Para que hablar cuando se daban los dos elementos… Las pruebas sobre cadáveres calcinados eran una constante, y así, en el año 1965, el doctor John Gee, a la sazón médico interno del Departamento de Medicina Forense de la Universidad de Leeds, dictaminó, tras efectuar sus propias indagaciones, que la ignición de determinadas muestras de tejido adiposo se producía cuando se colocaba una corriente de aire, que en definitiva, propiciaba la expansión del fuego.
Ello sin embargo no explicaba la extrema prontitud con la que ardían los cuerpos, que en ocasiones, observando la posición en la que se hallaban, denotaban que ni tan siquiera habían sido conscientes de su propia muerte. Además, la energía calórica liberada por las víctimas en el instante preciso del incendio jamás hubiera sido alcanzable en circunstancias normales. Es decir, cuando un ser humano, especialmente si éste aún permanece con sus constantes vitales a pleno rendimiento, sufre quemaduras en su anatomía, por muy graves que sean es casi imposible que afecten a órganos internos.
En conclusión: quemar un organismo humano vivo resulta a todas luces hartamente complicado, y mucho menos si estamos hablando de que la combustión se produce en pocos segundos. Sirva como ejemplo ilustrativo la tesis mantenida por el doctor Wilton Krogman, antropólogo forense de la universidad norteamericana del estado de Pennsylvania y gran estudioso de la CHE, quien asegura que sus trabajos sobre el polémico asunto le han llevado a analizar los cuerpos consumidos por las llamas en crematorios, determinando que para que ésto suceda es necesaria una fuente de calor superior a los ¡mil grados centígrados!, y aún así, los huesos no padecerían los efectos devastadores del fuego.

che

combustion1

El cristal se derrite

Uno de los casos más representativos tuvo lugar en la localidad francesa de Arcis-sur-Aude, en el caluroso mes de junio de 1971. Un vecino de la localidad, León Eveille, fue hallado muerto, cruelmente incinerado en el interior de su vehículo. Sus articulaciones, o lo que quedaba de ellas, no estaban agarrotadas. No en vano, si hubo algo que sorprendió a los agentes de la ley tras levantar el cadáver es que éste no parecía haber sufrido daño alguno, más bien era como si la muerte le hubiera sorprendido en mitad de un plácido sueño. La combustión llegó a tal punto que los cristales del coche se derritieron. Es importante destacar este punto ya que para que el vidrio pase de su estado habitual a líquido, al menos debe de estar bajo la acción intensa de más de un millar de grados centígrados.
Pese a las evidencias, la ciencia, en especial hace algo más de un siglo se negaba a ser partícipe de algo que consideraban formaba parte de la creencia, siendo imposible aplicar sobre el asunto el tan manido método científico, tal y como lo conocemos desde el siglo XVI.
Uno de estos sabios eruditos que con mayor fruición atacó a los defensores –pocos, todo hay que decirlo– de la CHE fue el célebre químico Justus von Liebig, quien justificaba los extraños casos afirmando que se debían a la mente calenturienta de personas ignorantes, que a expensas de dar con una desconocida explicación física, preferían incluir el tema entre los márgenes de un universo paranatural y ficticio.
El intento por aportar conclusiones relativamente convincentes llevó a algunos científicos a promover la idea de que la causa de dichas combustiones podría tener su génesis en un misterioso gas que se formaba en el interior del cuerpo, y que una vez entraba en contacto con el oxígeno, generaba tal cantidad de calor que provocaba la ignición. En el libro Medicina forense y toxicología, editado en 1914 y escrito por los doctores Mann y Brend, se pretendía argumentar la existencia de dicho elemento, aportando casos y testimonios similares en los que la acción de esta sustancia acababa con la vida de seres humanos, que fallecían carbonizados. El componente común de algunos sucesos era sorprendente: los cuerpos aparecían hinchados, y al horadar con finas agujas las partes más inflamadas se liberaba un gas que al contacto con el oxígeno gestaba pequeñas llamas de tonos azulados. La hipótesis era atractiva, pero carente de elementos que avalaran su definitiva aceptación. La mente implacable de Liebig rondaba cualquier nueva teoría, y en este particular no iba a hacer una excepción. Por consiguiente, lo primero que tenían que demostrar era la existencia del agresivo gas, cosa que jamás ocurrió.

shc2

La formación de fosfágenos en el tejido muscular también fue esgrimida por los idealistas defensores del macabro fenómeno. Si esta acumulación se producía en la endodermis en cantidades desorbitadas, podría causar una combustión instantánea, siempre y cuando el tejido subcutáneo entrara en contacto con una fuente de calor lo suficientemente importante como para provocar la ignición. En definitiva estaban peleando contra molinos de viento; las combustiones espontáneas continuaban y cada vez era más difícil hallar una explicación, especialmente para los fenómenos concomitantes que se derivaban de las mismas.
Un último ejemplo. En el año 1905 el diario Hull Daily Mail abrió su portada con la muerte de la anciana señora Elisabeth Clark, que por aquellas fechas se encontraba ingresada en el Hospital Hull. De sus compañeros de estancia tan sólo la separaba un viejo biombo, pero nadie se percató de lo sucedido. No hubo lamentos, ni movimiento de la enferma, ni tan siquiera las blancas sábanas ardieron. La infeliz mujer, víctima de un gran shock, desconcertada, no supo explicar a los médicos lo ocurrido, falleciendo días más tarde.
No es mi intención la de relatar innumerables sucesos de CHE ocurridos en los últimos doscientos años. Sería demasiado fácil, y demasiado morboso. Baste reflejar que boletines del prestigio del British Medical Journal dedicaron tiempo y elevadas sumas económicas para compilar, estudiar y explicar los aspectos más ignotos de los enigmáticos fallecimientos.
La única conclusión que podemos sacar al respecto es que nuestro propio organismo en contadas ocasiones se enfrenta a nosotros, acabando con “su” propia existencia. No hay pruebas, ni rastros de combustible, ni causas aparentes… Absolutamente nada. Y es que una vez más nos hemos de rendir ante la evidencia de que el cuerpo humano es el mayor enigma al que cada día nos enfrentamos…
Más información en:
~Crónicas del misterio. Lorenzo Fernández. Edaf
~El libro de los condenados. Charles Fort. Dronte
~El libro de lo inexplicable. Jacques Bergier. Plaza&Janés
Info. Revista Enigmas nº77 (El fuego de la muerte) Artículo de Lorenzo Fernández Bueno

jueves, 10 de mayo de 2012

El carámbano de la muerte


Les mostramos un fenómeno de la naturaleza bastante curioso que se ha filmado por primera vez gracias a las cámaras de la BBC. Se trata de los “Brinicles”, también bautizados en las traducciones como “brazos de hielo de la muerte” o “carámbanos de la muerte”. Ya solo el nombre promete ¿verdad?.

Y es que cuando uno cree que ya lo ha visto todo se encuentra con cosas como esta y se queda otra vez con la boca abierta. Las imágenes fueron grabadas por los camarógrafos de la BBC Hugh Miller y Doug Anderson en la isla de Razorback, en el archipiélago antártico de Ross.
La cosa es que mientras se daban un chapuzón para explorar la zona se encontraron dos o tres de estos carámbanos, algo que según  parece es bastante complicado ya que se tienen que dar ciertas condiciones para que aparezcan y son tan delicados como efímeros. De modo que aprovecharon la ocasión y grabaron en time lapse la fantástica secuencia del vídeo.
Sobre el cómo y el porqué, resumiendo un poco la explicación científica, parece ser que al congelarse el agua de mar la sal se va concentrando en pequeños canales en el hielo, estos canales de salmuera acaban concentrados en un sumidero que va descendiendo lentamente, al ser su temperatura mucho menos que la del agua. Cuando los brazos llegan al suelo, acaban con todo aquello que encuentran, mayormente estrellas de mar y erizos.
En el artículo de la BBC está todo un poquito más detallado, por si a alguien le interesa.




Pero mejor verlo que contarlo, aquí va el vídeo. Si alguien no puede visualizarlo, lo puede hacer también en el link de la bbc de la parte inferior del post.


MAS INFO: