domingo, 11 de marzo de 2012

El Gabinetto Segreto de Nápoles y la indecencia con arte


En el siglo XIX, los turistas que visitaban los grandes museos de Europa tenían a menudo su propia agenda privada. Lo que de verdad querían ver eran aquellos gabinetes secretos subidos de tono.

El primero y más famoso de ellos era el Gabinetto Segreto de Nápoles, donde las escabrosas obras de arte de los romanos de la antigüedad, desenterradas de las ciudades cercanas de Pompeya y Herculano, estaban vedadas al público en general. El acceso quedó restringido desde 1819, cuando el mojigato heredero del trono de Nápoles, el futuro rey Francisco I, se pasó por el museo en una visita no programada en compañía de su esposa y su hija y se quedó horrorizado al descubrir un vívido muestrario sexual escogido de villas de romanos de la nobleza. Había lámparas de aceite con forma de pene y campanillas fálicas. Había una estatua del sátiro Pan en plena faena con una cabra. Había hermafroditas violados, vírgenes desfloradas, el dios Príapo acariciando su enorme miembro, y una sucesión de llamativos frescos procedentes de las paredes de antiguos burdeles romanos, donde las prostitutas anunciaban sus particulares habilidades carnales. El príncipe Francisco se marchó despotricando lleno de indignación, tapándole los ojos a su ruborizada hija.












 






A partir de esa fecha solo se permitió la entrada de caballeros “maduros de reconocida posición moral” en la sala, que, como cabía esperar, adquirió caracteres de leyenda. Visitantes de toda Italia llegaban con cartas de presentación espurias. Viajeros extranjeros acudían en gran número a Nápoles en sus giras obligadas por Europa y se limitaban a untar la mano a los guardias. Fue un punto de inflexión en la censura cultural. Mientras el conservador período victoriano avanzaba, el Museo Británico, el Louvre y los museos de Florencia, Roma, Madrid y Dresde establecieron sus propios gabinetes secretos llenos de objetos prohibidos y abiertos solo para ciudadanos “como es debido”.
La versión británica, conocida como Secretum, estaba guardada bajo llave en el Armario 55 del Departamento de Antigüedades Medievales y Antiguas y se hizo especialmente famosa entre los entendidos por su variedad ecléctica. Lo esencial de la colección, donada en 1865 por un médico convertido en banquero llamado George Witt, estaba constituido por unos setecientos amuletos fálicos encontrados en la Asiria y el Egipto antiguos y en el mundo clásico. A todo ello se le unieron pronto un instrumento lascivo procedente de un convento de monjas medieval y conocido como “dedo gordo del pie de san Cosme”, pornografía pionera del Renacimiento italiano y curiosidades eróticas de todo el imperio, con énfasis en la india y Oriente.








Hoy los gabinetes secretos están abiertos para un público más amplio, aunque no se han disuelto por entero. En 2000, los funcionarios italianos del Museo Nacional de Nápoles permitieron de mala gana la visita de mujeres adultas al conocido Gabinetto Segreto de arte romano antiguo previa cita, aunque continúa prohibida la entrada de menores de dieciocho años. (Esta sala sigue siendo con diferencia el destino más popular en sus extensas galerías.) Por su parte, el Museo Británico comenzó a repartir los objetos del Secretum entre otras colecciones en la década de 1930, y ahora hay varios que están expuestos al público. Aunque unas trescientas piezas, muchas procedentes de la antigua Colección Witt, continuaban guardadas en el conocido Armario 55 a finales de la década de 1990,  las últimas se sacaron de allí finalmente en 2005.
De modo que ya saben, si viajan a Nápoles no dejen de visitar este trozo de historia tan curiosa, pero eso sí, dejen a su hermana monja en casa para ese viaje.




 Más info:

Extracto de “2500 años de historia al desnudo”, de Tony Perrottet.

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