viernes, 6 de abril de 2012

Carta Post Mortem (prosa poética) - Daniel Cabrera


Amor mío.
Yo sé de aquel silencio que calla tu corazón, lo retiene de latidos inoportunos, ansiosos por amarme. La salada gota que recorre tu, aún, cálida mejilla.
El llanto en tus manos, al no tocar mi cabello, como lo hacías en esas noches de fogosa pasión. Nuestra unión de carnes.
Sé que imploras mi regreso, pero sé que adoras extrañarme. Quizás el lecho nupcial, ese que compartimos, ya no sea el mismo, ya esta frío, está vacío.
Pero la habitación, aún le pertenece aquel amor, aquella olvidada ternura, el calor de tu cuerpo.
Mi vida, si lees esto, es porque he decidido irme, más lejos que el sol, más lejos que la luna, a donde no he llegado, donde nunca llegare, y adonde no espero llegar jamás. El viaje sin fin me espera y ojalá me acompañes que a pesar de estar amándote, a pesar de estar contigo, estoy solo.
Si estas en el jardín, procura recordar nuestros juegos de niños, la alegría infantil, nuestra ingenua inocencia, el primer beso, mi primer amor.
Mi cielo, si lees esto, es porque acepte el derecho a partir sin rumbo fijo, a dejarte extrañando. Perdón si lloras, cada lágrima me hace recordar, nuestra vida. Pero que el tiempo no va a recordar.
Ya no quedan muchas palabras, solo sentimientos. Emociones, que solo tú me has dado.
Toma mi mano, sígueme si quieres, que estoy dispuesto a perder mis ojos, a enceguecer mi camino para que tu lo guíes.
Te extraño, pero estamos juntos.
Seremos vagos recuerdos, que el tiempo se encargará de borrar, como una foto o estar carta, olvidada en algún viejo cajón desgastado por el polvo y el tiempo.

Se despide, tu  vida, tu amor eterno.

En ese momento, las desgastadas manos de la anciana temblaban, unas lágrimas caen sobre su rostro, humillado por los años. Permanecía inmóvil. Fría. Y con una inmortal sonrisa.

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